sábado, 10 de noviembre de 2012

Cristinismo lucreciano




Hace poco leíamos que la imaginación de Lucrecio era atizada por las posiciones que él atacaba, lo cual se nota en algunos de los pasajes más memorables de De Rerum Natura. Esto explica la persistencia de la tradición del "Antilucrecio en Lucrecio", iniciada por el clasicista francés H. J. G. Patin en 1868, según la cual Lucrecio en cierto sentido no aceptaba completamente su propio materialismo. Al final del libro I (1102-10) Lucrecio argumenta que si cierta idea fuera correcta (la fuerza centrífuga del fuego), entonces el universo se auto-destruiría ("los fuegos del cielo, libres, y del centro huyendo a la manera de voraces llamas, no traspasen los límites del mundo y desordenen la naturaleza, ni el cielo se desplome con sus rayos, ni se abra la tierra de repente debajo de los pies, y nuestros cuerpos caigan en el abismo sepultados, descompuestos, envueltos en ruinas de tierra y cielo; así que en un instante más que soledad vasta no quedara, y principios sin fuerza" (De la naturaleza de las cosas, ed. Cátedra, p. 134). El sentido de la insistencia de Lucrecio con su posición centrípeta es que "en el universo atómico de Lucrecio tal destrucción inmediata no sucede" (Charles Martindale, Latin Poetry and the Judgement of Taste, pp. 190-1). Ahí comprendimos por qué la Presidenta, a la distancia, afirmó de manera concluyente que si la inflación fuera del 25 % "el país estallaría por los aires". Se trató de un guiño lucreciano, de cierta "Anticristina en Cristina", que pocos supimos entender.  

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