miércoles, 7 de noviembre de 2012

Historia y Crítica de la Opinión pública (kirchnerista)




Hoy en Página 12 salieron dos notas sobre el 8N (click). Una, "Celebración de la democracia" por Iván Almeida, juiciosamente propone que entendamos el 8N como una manera de mostrar la vigencia en Argentina del derecho constitucional a manifestarse. Esta clase de argumentación es ligeramente tautológica antes que pragmática, ya que según ella toda vez que seamos capaces de quejarnos del régimen nuestra queja prueba que el régimen no es tan malo. Sin embargo, estamos totalmente de acuerdo en que es el espíritu con el cual hay tratar el 8N.

La segunda nota, "Alzar la voz para pedir silencio" por Mauro Benente, es mucho más polémica, como se suele decir hoy. En primer lugar, su premisa según la cual "La mentira es una construcción, edificada en un marco de relaciones de poder. La verdad también es una construcción. También instituida en el marco de relaciones de poder". Si la verdad y la mentira son construcciones, entonces ganará el mejor constructor, no el mejor argumento, y por lo tanto ni siquiera existe un debate al respecto. La nota en cuestión pretende decir la verdad sobre la naturaleza del 8N, y lo bien que hace.

En segundo lugar, esta nota, con razón, menciona que en la política moderna hay tres grandes esferas en juego: la pública, la privada y la estatal. Y si bien reivindica "la irrupción de una palabra pública no estatal", tal como había sucedido al final del neoliberalismo en el caso de los piquetes y asambleas barriales, no cree que el 8N caiga bajo la descripción de un acto "público no estatal", sino que lo ubica exclusivamente en la esfera del "ámbito privado". En realidad, según la nota, el 8N se propone usar el ámbito público no estatal para "silenciar discusiones que, actualmente, son públicas".

Incluso suponiendo que tuviera razón, de ahí no se sigue que la protesta deba ser descalificada por eso. Sería ciertamente inaceptable una protesta que se propusiera eliminar la esfera pública no estatal, pero no una que sólo se propone cambiar el contenido, lo que se discute en dicha esfera, a pesar de que estemos en contra de semejante cambio. La esfera pública es esencialmente una esfera de desacuerdo, y sólo debemos excluir a los que quieren hacerla desaparecer (y no faltaran liberales que defienden el derecho a expresarse incluso de los nazis: click), no a los que sólo quieren cambiarla. Y mucho menos si resulta que quienes asisten al 8N, parece ser, tienen diferentes concepciones de libertad y de seguridad. No hay que olvidar que se trata de concepciones de libertad y de seguridad que por repugnantes que nos parezcan son propuestas por partidos políticos que se presentan legalmente a elecciones de acuerdo con los estándares dispuestos por la constitución y confirmados por los tribunales.

En resumen, es exagerado sostener que "cacerolazos como el del 13S y la convocatoria al 8N no se constituyen como protestas tendientes a reclamar y a constituir un espacio público no estatal. De lo que se trata es de alzar la voz para pedir silencio". En todo caso, piden silencio sobre ciertas cosas, quizás, pero no sobre la esfera pública en su conjunto. La esfera pública siempre está en discusión. Y a menos que el 8N sea una manifestación para aprovecharse de la esfera pública para luego cerrarla, o para usar la metáfora empleada por Carl Schmitt, el 8N quiere usar la puerta para luego cerrarla detrás de sí, entonces tenemos que bancarnos o incluso (como dice la primera nota) celebrar el 8N.

Además, hay que tener en cuenta que el sentido de la esfera pública por lo general es el de limitar al Estado. y que puede provocar recelo que el Estado use a la esfera pública para defender sus políticas. Por momentos la crítica kirchnerista al uso de la esfera pública para criticar al gobierno kirchnerista suena demasiado jacobina o soberana, como si esfera pública fuera una amenaza al Estado. Conviene recordar que incluso suponiendo que la opinión pública ha dejado de ser el arma de la crítica racional contra el Estado como lo fue en el siglo XVIII para convertirse en el último siglo en una marioneta de corporaciones mediáticas, la marioneta no impidió que el gobierno sacara el 54% de los votos el año pasado.

Ciertamente, se puede usar la esfera pública para defender la intervención del Estado, pero creer que el mero uso de la esfera pública para criticar a la política pública o del Estado equivale a privatizar a la esfera pública es confundir a la esfera pública con la estatal y convertir un truco gallo en uno de dos. Si queremos seguir adelante con el proyecto moderno, tenemos que defender la existencia de tres esferas distintas. En general, la preocupación de la segunda nota por la "motivación" del 8N es representativa de la reacción kirchnerista en general, i.e. acusar al 8N de ser anti-kirchnerista, o de ser un acto político. Es incomprensible cómo a alguien esto le puede parecer una objeción. En realidad, el kirchnerismo tiene mucho que ver con el 8N, quizás con el tiempo caiga en la cuenta y de ese modo supere el sacudón, como lo ha hecho en otras oportunidades.






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