lunes, 19 de noviembre de 2012

Siempre se puede estar peor


En una época en la que el país se desangra por la fuga de divisas, y en la que el gobierno se ha fijado como política pública prioritaria evitar el atesoramiento de dólares, sin embargo a plena luz del día y a pesar de la prohibición imperante, hoy pudimos advertir mientras recorríamos las calles Florida y San Martín a la mañana (merced al constante pregón "cambio" que era vociferado no exagero cada veinte metros por lo menos, es decir unas cinco veces por cuadra) que uno puede comprar dólares para atesorar (o para cualquier cosa) en todo el microcentro, incluso delante del Banco Central. ¿Hay otros países en los que se goce de una libertad igual (por no decir más) que acá?

Para poner las cosas en perspectiva, recordábamos una entrada anterior del blog en la que Lon Fuller, en el capítulo final de The Morality of Law, "Una réplica a mis críticos", agregado en la segunda edición de 1969, a los efectos de probar lo que él denominaba la moralidad interna del derecho, cuenta que a comienzos de los años sesenta del siglo pasado, "el problema de los delitos económicos (incluyendo transacciones ilegales en monedas extranjeras) había claramente alcanzado tales proporciones en Rusia que las autoridades soviéticas decidieron que drásticas medidas en su contra eran necesarias. De manera acorde, en mayo y julio de 1961 se sancionaron leyes que sometían tales delitos a la pena de muerte. Estas leyes fueron entonces aplicadas retrospectivamente y hombres condenados fueron muertos por actos que, aunque no eran legales cuando los habían cometidos, no estaban sujetos entonces a la pena de muerte" (p. 202; en la nota, Fuller refiere a un artículo de un joven Harold Berman sobre el tema, creemos el mismo que luego escribiera el celebrado: Law and Revolution. The Formation of the Western Legal Tradition). Fuller cuenta que los abogados soviéticos en general estaban en contra de esta política, entre otras cosas porque ponía en cuestión la posibilidad misma de obedecer al derecho.

A veces nos quejamos sin saber la suerte que tenemos. Podemos comprar dólares a pesar de que está prohibido hacerlo, los podemos comprar en plena calle, en la misma cuadra del Banco Central, e incluso el gobierno, a pesar de que solemos achacarle lo contrario, muestra su predisposición al diálogo con quienes están en desacuerdo al negociar con los que violan sistemáticamente la prohibición de operar con divisas al venderlas en el mercado paralelo. Siempre se puede estar peor, tal como nos lo recuerda esta famosa escena de "El Joven Frankenstein" (1974) de Mel Brooks:

- Qué trabajo asqueroso
- Podría ser peor.
- ¿Cómo?
- Podría llover.


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