domingo, 15 de septiembre de 2013

¿Qué me importa tu Pasado?




Ya nos habíamos ocupado de un par de notas de Edgardo Mocca hace un tiempo (con Maquiavelo no, Mocca). Hoy con su nota en Página 12 sobre "El 11 de Septiembre y Nosotros" Edgardo Mocca ha despertado nuestra curiosidad nuevamente.

Lo primero que nos llamó la atención es la afirmación, que consta en el comienzo de la nota, según la cual "el lector de lo que sigue no encontrará ningún rastro de neutralidad valorativa, juicio independiente ni de ninguna de esas claves que se utilizan con la pretensión de ocultar la perspectiva desde la cual se habla". Quienes estuvieran interesados en una nota escrita entendemos por un académico o profesor universitario, que hace poco de hecho compitiera por la Dirección de la carrera de Ciencia Política en la UBA, debido a que se apoya en argumentos para defender su posición, seguramente deberían verse decepcionados con semejante declaración. 

Ciertamente, aunque dudáramos de la noción de neutralidad valorativa y de la pretensión de ocultar la perspectiva desde la cual se habla, difícilmente quienes se dedican a la teoría de cualquier tipo podrían sostener que su juicio no es independiente. Toda teoría pretende ser verdadera, o correcta, o conforme a cierto estándar, etc. Quien renuncia a dicha aspiración deja de hacer teoría, y "ensaya" en el sentido literal y originario de Montaigne, i.e. habla de sí mismo, o hace catarsis, y eso sólo le puede interesar a un psicoanalista, o a quienes tienen cierto afecto por la persona en cuestión, o en todo caso a un encuestador que se conformara con el estado de ánimo del encuestado, o finalmente, a quienes piensan como Mocca, ya que Mocca estaría entonces predicando para el coro o para los persuadidos (como se suele decir en inglés o en francés, respectivamente). Los demás muy probablemente dejarían de prestar atención una vez advertidos.

Pero dejemos esta afirmación, a pesar de todo, y, no sin cierto esfuerzo, adentrémonos en una segunda la cual indica una egregia contradicción que atraviesa toda la nota, y que no puede ser pasada por alto ni siquiera por quienes piensan como Mocca. En efecto, recordemos que se trata de una nota que trata sobre "el sentido histórico [énfasis agregado] de los hechos de esa época". Mocca, con razón, quiere desentrañar el significado de la época de Allende, y por eso sostiene que "el Chile de Allende no fue principalmente el escenario de una batalla posicional entre las dos superpotencias, sino el mojón históricamente más importante de una batalla regional por la independencia y la justicia social cuyas huellas no se han perdido y reaparecen transformadas en la nueva realidad regional".

De ahí que Mocca rechace la "obsesión antihistórica... común a las derechas y a ciertas izquierdas ilustradas: unas y otras procuran reducir las querellas que nos construyeron como país a la condición de una cierta propensión enfermiza de los argentinos a enfrentarnos de manera innecesaria". Esta obsesión antihistórica sobre el 11 de Septiembre, dice Mocca, no es sino "un aporte a la dotación argumental de la constelación que impugna al gobierno de Cristina Kirchner". Todavía más claramente, Mocca habla de un "uso [énfasis agregado] de la cuestión del golpe chileno... muy evidente: la época de los sueños, de los proyectos, es una época terminada". 

Sin embargo, en la misma nota, Mocca deja de buscar el significado de la historia para usarla, ya que cree que no deberíamos entenderla en sus propios términos. En efecto, Mocca sostiene que la "vinculación histórica, totalmente fiel a la realidad, de la experiencia de la Unidad Popular con el contexto de la Guerra Fría entre las dos grandes superpotencias de entonces, trae consigo una amenaza metodológica: la de interpretar un drama político con los mismos patrones cognitivos con los que lo percibían sus actores [énfasis agregado]". Pero lo que para Mocca es una "amenaza metodológica", es lo que precisamente todo historiador serio, preocupado por evitar el pecado capital del anacronismo, tiene que hacer: "interpretar un drama político con los mismos patrones cognitivos con los que lo percibían sus actores". Si el significado de una acción depende de la intención de cierto actor en cierto contexto, no nos queda otra que investigar qué quiso el actor para poder entender su acción. Toda otra alternativa es al menos portadora más o menos sana del virus del anacronismo. 

Por lo cual, no hace falta ser un científico especializado en cohetes, ni mucho menos ser profesor universitario de teoría política como Mocca, para darse cuenta de que la nota adolece de una seria contradicción. Lo que a Mocca le molesta es el uso que le dan al 11 de Septiembre lo que él llama "las derechas y a ciertas izquierdas ilustradas", pero no el propio. En efecto, habiendo criticado a quienes usan el 11 de Septiembre, Mocca termina la nota diciendo que "El Chile de 1973 nos habla de nuestra realidad". ¿Por qué Mocca sí puede usar la historia, pero sus adversarios no? 

Es más, la última frase reza: "La saga de Allende y la Unidad Popular chilena forma parte de otro fragmento de la historia; sin embargo, cortar los lazos orgánicos de aquel tiempo con el nuestro, de aquellas luchas con las luchas de hoy solamente conduce a vaciar la memoria política. Bajo otras formas, y con otros lenguajes, aquella historia sigue siendo la nuestra". En realidad, la única manera de no vaciar la memoria política consiste en entender a los fenómenos históricos en sus propios términos, y sólo de ese modo podemos enriquecer nuestro conocimiento histórico, comparar nuestra época con las anteriores, y por lo tanto de ese modo enriquecer nuestra ideología política, nuestras alternativas. Creer que la historia no es sino la continuación del presente pero por otros medios le quita todo sentido a la investigación histórica.  

En fin, Mocca no sólo escribe sin argumentar, sino que critica el anacronismo ajeno sobre el 11 de Septiembre, pero no el propio. Alguien podría sostener que en una nota periodística no podemos exigir los mismos estándares que le pedimos a un escrito teórico. Semejante réplica, sin embargo, supondría que el periodismo y la política tienen una lógica propia, y que probablemente hasta un blog tenga la suya. En La Causa, así y todo, si bien a menudo nos gusta tomar las cosas con humor, seguimos creyendo que todos los seres humanos (incluyendo no sólo a los abogados, sino también a los periodistas y a los politólogos) somos capaces de y debemos usar la misma lógica, al menos si queremos que nos tomen en serio. 

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