miércoles, 25 de junio de 2014

Siempre se aprende algo nuevo



La debilidad argumentativa de la nota de Dario Sztajnszrajber sobre la filosofía del fútbol (click) nos hizo darnos cuenta de que si bien, por obvias razones welfaristas, sentimos cierta simpatía por el resultadismo, como discurso de justificación el resultadismo es insostenible. En efecto, veamos los argumentos que el así llamado resultadismo suele blandir orgullosamente.

1. Reduccionismo estipulativo: jugar bien equivale a ganar jugando correctamente, i.e. de acuerdo con el reglamento (aunque, irónicamente, los resultadistas como Bilardo en muchas ocasiones no han respetado el reglamento a rajatable precisamente). Semejante argumento no sólo convierte en redundante e ininteligible (por no decir estúpida) toda discusión sobre los merecimientos (ya que si sucede, conviene o está bien) sino además paso por alto el obvio hecho de que hay varias formas de jugar que satisfacen los criterios de ganar y de jugar correctamente, lo cual por supuesto explica el debate en sí mismo y obviamente debería acallar cualquier reduccionismo como por ejemplo el resultadista. Insistir con que jugar bien es ganar sería sólo una petición de principios (e incluso hoy Sabella, quien entendemos es un cultor de la escuela resultadista, sostuvo en la conferencia de prensa después del partido contra Nigeria que el equipo no jugó bien a pesar de que ganó, una frase que no tiene sentido para un resultadista).

Por lo demás, este reduccionismo tiene un costado favorable, ya que haría que la profesión de ser comentarista de fútbol sea la más simple del mundo, ya que según esta posición un buen comentarista sólo constata hechos (cuenta goles) y debería limitarse a decir que jugó bien el que ganó; en caso de un empate, ninguno de los dos equipos jugó bien.

2. Objetivismo: los resultadistas suelen objetar que si jugar bien no es jugar correctamente (y ganar), entonces jugar bien es una noción estética, y la estética es puramente subjetiva; por el contrario, uno puede objetivamente identificar a quienes juegan correctamente. Ahora bien, también es objetivo determinar cuál es el equipo más alto o más pesado, pero no por eso deberíamos usar semejante criterio, ya que es irrelevante. Cumplir con el reglamento es ciertamente relevante, pero no por eso suficiente, tal como acabamos de ver.

3. Subjetivismo estético:  merece ser considerada por separado la objeción acerca del subjetivismo o relativismo ético. Se suele entender este subjetivismo como si implicara que en estética vale todo. Si fuera cierto, v.g., estética debería ser la materia más fácil de cualquier carrera de filosofía, ya que para aprobarla sólo haría falta decir en el examen (o en el concurso de profesores para el caso): “todo vale”.

De hecho, para acercarnos un poco al resultadismo, vamos a conceder que la estética en cuestión es la occidental tal como suele ser practicada por los expertos en arte y reconocida por el mercado. Sería absurdo que alguien dijera que el subjetivismo en cuestión impide la apreciación de las obras de arte. El mercado mismo de las obras de arte, institución performativa si las hay, cree seguir ciertos estándares estéticos.  Si alguien replicara que los estándares cambian, deberíamos recordar que otro tanto sucede con el reglamento del fútbol.

Finalmente, podríamos conceder que el resultadismo otorga más satisfacciones que el buen juego, precisamente porque los defensores del “jogo bonito” también quieren ganar, a pesar de lo que suelen decir sus detractores, y es un hecho que en general el resultadismo es más efectivo.

Pero entonces, la pregunta es: ¿por qué los resultadistas no se conforman con ganar y con la indudable felicidad que experimentan por haberse quedado con los tres puntos, sino que además pretenden tener cierta superioridad normativa, quieren justificar el triunfo moralmente por así decir? ¿Por qué, además del nexo que existe entre ganar y la felicidad, los resultadistas quieren mostrar cierta conexión entre el resultado y la estética, y probablemente la moral?

Evidentemente, hay algo en la discusión sobre la justificación y las consideraciones estéticas—o de justicia—que incomoda a los resultadistas, quizás porque sienten la debilidad de su posición, y los fuerza a intentar ganar también esa discusión, y no sólo en la cancha. Esta última es una cuestión psicológica y quizás hasta neurobiológica, y escapa a nuestro muy modesto entender.

Para concluir, ignoramos si los así llamados "menottistas" (al menos en nuestro país) tienen razón. Pero no parece haber otra alternativa que creer que el resultadismo es notoriamente reduccionista (aunque no en el buen sentido de la palabra), y sus argumentos dejan bastante que desear.

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