domingo, 26 de junio de 2016

J'accuse o La Cuestión Kirchnerista



Es hora de decir la verdad, aunque duela (y, sobre todo, aunque algunos digan que la verdad no existe o es solo interpretación, o que es mentira la verdad): el antikirchnerismo es el nuevo antisemitismo. Este descubrimiento se lo debemos a Elina Malamud, escritora y periodista que ha tenido la valentía de hacer pública su posición el último viernes en Página 12 (Pogrom).

En efecto, para Malamud los kirchneristas son "los nuevos judíos" (queda la duda de si Pichetto los consideraría "argentinos argentinos", pero dejaremos esta discusión para otra oportunidad) que hoy son víctimas de pogroms, perseguidos esta vez por los "nuevos zares sudamericanos". De hecho, Malamud sostiene no solo que estamos en presencia de nuevos pogroms sino que además "no está lejana la creación de un nuevo Dreyfus cuya exposición en la plaza pública, para arrancarle las charreteras ante la turba embobada, se prepara no tan en las sombras". Suponemos que este "nuevo Dreyfus" será Cristina Kirchner, que hace las veces de Diosa y víctima al mismo tiempo, una víctima sacrificial tras los pasos de Walter Benjamin y René Girard.

Nuestros lectores saben que La Causa de Catón solo toma partido por la verdad y por eso no se guarda nada, al igual que Elina Malamud. De ahí que nos veamos obligados a decir que (a) Agustín Rossi ya había denunciado que los kirchneristas están siendo perseguidos como los judíos por los nazis (Perfil) y (b) si bien no es ningún secreto nuestra cercanía con la cultura judía, nos sentimos mucho más cerca de Rossi que de Malamud.

Efectivamente, si bien las intenciones de Malamud son las correctas, ella comete un error categorial que salta a la vista. Hablar de pogroms en este momento implica que los kirchneristas son objeto de persecuciones violentas, sin duda, pero meramente espontáneas y a cargo de la sociedad civil, que en todo caso cuentan con la aprobación tácita o la negligencia de las autoridades. Pero, tal como lo anticipara Rossi, hoy en día los kirchneristas son perseguidos violenta y deliberadamente por el Estado.

Por ahora, hasta donde sabemos, los kirchneristas no han sido víctimas de un genocidio. Pero se está empezando a notar la existencia de una teleología que se dirige inexorablemente hacia esa meta. ¿A quién en su sano juicio no le hace acordar la manera en que José López tiene que deshacerse de sus propiedades a la madrugada en un monasterio la forma en la que los judíos eran forzados a toda hora a despojarse de todos sus bienes?

Por lo demás, hay varios indicios concomitantes. En primer lugar, cada vez hay más gente que dice "¿antikirchnerista yo? Si tengo un amigo kirchnerista". Incluso, ya hay varios kirchneristas que se han escondido en casas de amigos y familiares. En segundo lugar, no pocos ex-funcionarios kirchneristas viven en ese verdadero ghetto kirchnerista llamado Puerto Madero. En tercer lugar, los derechos civiles de los kirchneristas han sido suprimidos: desde la persecución de los intelectuales y artistas (Ignacio Copani, Ricardo Forster y Nancy Dupláa) hasta la persecución de los políticos (basta ver la campaña contra José López, Ricardo Jaime, Julio de Vido, Guillermo Moreno, Amado Boudou, Néstor y Cristina Kirchner. Para mayor abultamiento, véase por favor el cuadro a continuación).



De hecho, el indicio más significativo consiste en que en estos mismos momentos hay varios funcionarios estatales reunidos desfachatadamente en Miramar, en lo que representa una verdadera recreación de la conferencia del Wannsee tratando de encontrar una solución final a la cuestión kirchnerista (suponemos que Agustín Rossi ya está al tanto y que de ahí extrajo su denuncia).

Lo que está en cuestión en la conferencia de Miramar es cómo definir al kirchnerismo y actuar en consecuencia. ¿Para ser kirchnerista hace falta ser hijo de padre y madre kirchneristas? ¿Es suficiente que uno de los padres lo sea? ¿La identidad kirchnerista se transmite por la línea materna? ¿Qué hacer con los que están casados con un o una kirchnerista? ¿Se puede dejar de ser kirchnerista? ¿Los kirchneristas son como los marines o los scouts, i.e. una vez que uno lo es no puede dejar de serlo? ¿Qué hacer con los conversos?

Las vueltas de la vida quizás hagan que los intelectuales kirchneristas que puedan escapar (v.g. Horacio González, Mempo Giardinelli, Edgardo Mocca, Carta Abierta en general, etc.) y se exilien en otro país beneficien de este modo a dicho país, tal como sucediera con los EE.UU. y la generación de profesores pertenecientes a la Escuela de Frankfurt que fundara, v.g., la New School for Social Research. Eso serían buenas noticias para EE.UU., aunque no precisamente para nosotros. De hecho, corre el rumor de que Ricardo Forster, verdadera reencarnación de la vida y obra de Walter Benjamin, se ha visto forzado a escaparse hasta la Triple Frontera para poder abandonar el país.

La historia nos muestra que la única manera de impedir un genocidio es que sus víctimas terminen instituyendo su propio Estado. Los kirchneristas, esos "nuevos judíos" como dice Malamud, quizás tengan que hacer lo mismo. Mientras tanto, la creación de una AMKA (Asociación Mutual Kirchnerista Argentina) quizás ayude a coordinar la acción colectiva (nobleza obliga, otra vez, Elina Malamud anticipó la idea hace un tiempo: Por qué los judíos tenemos la culpa).

Nuestra denuncia, nuestro "yo acuso", tiene como meta despertar las conciencias a tiempo. Cuando empecemos a rememorar el poema de Brecht, ya va a ser tarde.


viernes, 17 de junio de 2016

Lopecito que te llevaste

No nos extraña en absoluto esta nueva campaña de persecución contra el kirchnerismo. Sucedió con Boudou, Lázaro Báez, con Guillermo Moreno, con Cristina misma, no nos vamos a extrañar que ahora se extienda a José López y a Julio De Vido. ¿Qué le hace una mancha más al tigre? No es la primera vez que se busca una víctima sacrificial (Boudou, Edipo y Girard) o que la gente se niega a percibir que las cosas no son lo que parecen, como bien nos lo advirtieran Lázaro Báez y Platón alguna vez (no es lo que parece).

Por otro lado, algunos como Hugo Alconada Mom hablan de cierta obsesión kirchnerista con el efectivo (“cash” como lo llaman), como si en este país todo el mundo aceptara tarjetas de crédito, sobre todo en verano. En realidad, a López se la tenían jurada estaban esperando que apareciera tirando nueve millones de dólares en un monasterio para vengarse. Además, como bien nos recuerda Florencia Saintout, nadie habla del contexto en el que López estaba sacando el dinero del baúl del auto. Y muy pocos dicen que Horacio González tenía razón: la corrupción es un significante vacío aunque enterrado en un monasterio. Lo que nadie puede negar es que duele un poco la falta de confianza de López en la moneda nacional, si bien la vida es muy corta para pasársela con una pala.

En realidad, la carga de la prueba le corresponde a los perseguidores del kirchnerismo. ¿Cómo explican si no la fe irrestricta de los así llamados “fanáticos” solo porque están comprometidos con una causa? No estamos hablando de la fe precisamente de Brancatelli, Coco Sily, Barragán, Forster y otros tantos que no solo abandonaron el barco sino que están pidiéndole explicaciones justo a Cristina. Tampoco estamos hablando de Página 12 que llegó a sacar un editorial en la que denuncia que la corrupción es simplemente inaceptable.

Sí estamos hablando de gente como Hernán Brienza que tuvo la valentía y la inteligencia de poner en cuestión la idea misma de corrupción (Viva la Corrupción) y de otros fieles como Hebe de Bonafini quienes jamás van a poner en duda la honestidad de Néstor y de Cristina y por eso, no sin razón, hablan de una infiltración de Clarín en el corazón del kirchnerismo (infiltración no pocas veces denunciada en este blog, por lo demás) para explicar lo que está sucediendo.

Si Brienza y Bonafini, por ejemplo, no tuvieran razón, habría que sostener que, en el mejor escenario, algunos seres humanos prefieren acomodar la realidad a sus creencias antes que al revés, como si existiera algún sesgo natural o evolutivo que pudiera explicar algo semejante. En efecto, habría que sostener que alguna vez fue evolutivo anteponer la distinción entre “nosotros” y “ellos” a la realidad, de tal forma que para algunos seres humanos su grupo de pertenencia fuera por definición superior a los demás. Solo a un psicólogo evolutivo se le podría ocurrir algo semejante y sugerir encima que semejante sesgo todavía incidiera en nuestro país.

Es por eso que quienes le atribuyen a un pensador de la talla de Arturo Jauretche la apócrifa frase “Cuando tengo una duda, me acuesto pensando en eso; si cuando me levanto persiste mi duda, leo La Nación y hago exactamente lo contrario” buscan desacreditarlo, como si se tratara de un pensador tribal. Lo mismo se aplica a quienes afirman que lo único que hizo falta para que Aníbal Fernández ganara las PASO fue que Clarín lo acusara de ser un narcotraficante, como si hubiese habido votantes kirchneristas que votaron a Fernández porque Clarín lo asociaba con el narcotráfico, i.e. votantes que no advirtieron que se trataba de una trampa tendida por Clarín precisamente para que Fernández ganara las PASO y por lo tanto perdiera la elección provincial. ¿Acaso Clarín pensaba que hay votantes tan estúpidos que carecen de la capacidad de elección? ¿Creen que a los kirchneristas solo les gusta discutir, estar en contra de alguien, como sucede en el sketch de Monty Python?





En realidad, quienes razonan de modo tribal—i.e. distanciándose de la realidad cuando ésta desafía sus creencias—, negando pythonescamente todo lo que dicen los demás, son los perseguidores del kirchnerismo, i.e. los que quieren asociar a Néstor y a Cristina, y por lo tanto a Julio de Vido, con José López. Lo que nos vendría bien entonces es una neurobiología que explicara el tribalismo de los perseguidores y una filosofía que mostrara que es mentira la verdad, o que la verdad no existe: solo existen las interpretaciones. Que el humo no nos impida ver el fondo de las cosas.

lunes, 6 de junio de 2016

Todo lo que Ud. quería saber sobre Guillermo Moreno (y no se atrevía a preguntarle, v.g., a Hernán Brienza)




En la versión de la fábula de Hércules por Luciano de Samósata (nacido en c. 120 dC), que se hiciera muy conocida entre los humanistas del Renacimiento (y que quienes se dedican a la filosofía política la recuerdan porque Hobbes habla de ella en el Leviatán), Hércules era una persona de tal sabiduría y elocuencia que había encadenado los oídos de los demás a su boca y los guiaba como quería.

Nos invade la curiosidad entonces acerca de qué habría dicho Luciano de Samósata si se hubiera enterado de esta nueva proeza de Guillermo Moreno, verdadero Hércules vernáculo, que acaba de convencer a Cynthia García de las bondades de afiliarse al Partido Justicialista (Clarín Miente). En otras palabras, Moreno es un verdadero prodigio de la persuasión.

Quizás sea por eso que algunos hayan manifestado su preocupación por las recientes afirmaciones de Guillermo Moreno:





Ciertamente, no nos referimos tanto a sus consideraciones sobre el Baby Etchecopar cuanto a su comparación entre el Gobierno de Macri y la dictadura de Videla, la cual apunta a que la segunda sale mejor parada que el primero. Como se puede apreciar Moreno sostiene que, para qué negarlo, Videla tiraba gente viva de los aviones, pero no se metía con el alimento de los argentinos. Suponemos que el punto de Moreno es que si bien Macri no tira gente viva de los aviones (o no todavía), sí se mete con el alimento de los argentinos. Quizás solo por compostura Moreno se abstuvo de agregar que a Videla jamás le encontraron una cuenta o una sociedad off-shore (al menos todavía).

El de Moreno es un revisionismo sin tapujos que rescata la figura de Videla a quien todos los demás mortales recuerdan exclusivamente como un dictador (y no en el buen sentido de la palabra como diría Sacha Cohen en la película homónima; a propósito corre el rumor de que Sacha Cohen tiene planeado filmar “Guillermo Moreno” como una secuela de “Borat” y “El Dictador”).

Algo parecido suele pasar con Hitler, de quien la gente recuerda solamente el Holocausto, por ejemplo, y no la recuperación meteórica de la economía alemana gracias a su gestión (o las guarderías para niños arios, por ejemplo). Algunos dirán que en el largo plazo a la economía alemana no le fue muy bien que digamos. Pero decir algo semejante sería equivalente a quedarse con el fin del kirchnerismo y no con sus años de bonanza. Por lo demás, a Hitler tampoco le encontraron sociedades off-shore (al menos todavía).

Por alguna razón nos viene a la memoria ese homenaje relativamente indirecto que Marcos Aguinis alguna vez hiciera del idealismo alemán, aunque no precisamente al de Kant o Hegel: “las juventudes hitlerianas…, por asesinas y despreciables que hayan sido, luchaban por un ideal absurdo pero ideal al fin, como la raza superior y otras locuras. Los actuales paramilitares kirchneristas, y otras fórmulas igualmente confusas, en cambio, han estructurado una corporación que milita para ganar un sueldo o sentirse poderosos o meter la mano en los bienes de la nación” (La Nación).

A esta altura no podemos evitar preguntarnos qué dirían intelectuales de la talla de un Hernán Brienza, un Pedro Brieger o incluso un Jorge Capitanich al respecto, particularmente en relación a los dichos de Moreno sobre Videla.

Brienza insistiría en que la descripción de gente viva arrojada desde aviones carece totalmente de axiología alguna (Comprensión y justificación en las ciencias sociales), Brieger sostendría que “más allá de tirar gente viva de los aviones Videla no tocaba la comida de la gente” (Son secuestros y asesinatos (y no en el buen sentido de la palabra)) y Capitanich agregaría probablemente que se trataba en todo caso de situaciones aisladas (Armando golpe blando Arturo golpe duro), ya que ¿qué porcentaje representan unas decenas de miles en relación a unos veinticinco millones de personas?

Hay momentos en los que la realidad nos abruma y la ironía es lo único que nos permite seguir adelante. Éste es uno de ellos.